Historias olímpicas – Capítulo IV: México 1968, puños en alto

Matías Mateus

Mientras sonaba el himno de los Estados Unidos, Tommie Smith y John Carlos, oro y bronce respectivamente, bajaron sus cabezas y alzaron sus puños enfundados en un guante negro; el australiano Peter Norman parecía indiferente a lo que sucedía a sus espaldas, pero, sin embargo, sobre su pecho llevaba una insignia del OPHR (Proyecto Olímpico por los Derechos Humanos).  

Contenido de la edición 24.06.2021

 

Los atletas, que se coronaron la misma tarde que les pusieron fin a sus carreras deportivas, quedaron inmortalizados en una de las imágenes más icónicas de la historia de los Juegos Olímpicos.   

En los Juegos Olímpicos que disputaron durante el mes de octubre de 1968 en la Ciudad de México, se registraron una serie de hitos deportivos y algunos saltos en materia tecnológica. Además de ser el debut latinoamericano, se trató de la primera vez que las competencias se televisaron vía satélite; se implementaron sistemas electrónicos para medir tiempos y publicar los resultados en deportes como atletismo, natación, ciclismo, remo y canotaje; también comenzaron a realizarse controles antidoping y, en la pista del Estadio Olímpico Universitario, se estrenó el tartán sintético.

En materia estrictamente deportiva, James Hines fue el primer atleta que se bajó la barrera de los 10 segundos en la prueba de 100 metros llanos, paralizando el cronómetro en 9.90 segundos. El saltador en longitud Bob Beamon estableció un record de 8.90 metros, vigente en pruebas olímpicas hasta el día de hoy. Otro saltador, pero de altura, Dick Fosbury, innovó en la disciplina saltando por primera vez de espaldas al listón, marcando un nuevo record al superar los 2,24 metros e imponiendo el Fosbury Flop, técnica utilizada en la actualidad. La atleta Wyomia Tyus fue la primera en ganar dos oros olímpicos consecutivos en la prueba reina de los 100 metros llanos. Probablemente la altitud de Ciudad de México, superior a los 2200 metros, fue uno de los factores determinantes para que se registraran estas y otras 16 nuevas marcas olímpicas y mundiales.

El atleta afroamericano Tommie Smith también obtuvo un record olímpico y mundial al detener el reloj en los 19.83 segundos para la prueba de los 200 metros llanos, pero tanto el registro como la técnica empleada en la novedosa pista de tartán, pasa al plano de lo anecdótico en comparación con lo que sucedió minutos después.

Fuente: El País de Madrid

 

Smith y John Carlos subieron descalzos al podio. Mientras sonaba el himno de los Estados Unidos, agacharon sus cabezas y realizaron el saludo del Black Power con los puños enfundados en guantes negros. El australiano Peter Norman, que se había quedado con la plata, parecía indiferente a la escena que sucedía a sus espaldas, pero sin embargo sobre su pecho portaba una insignia del OPHR (Proyecto Olímpico por los Derechos Humanos).

Para poder profundizar sobre una de las imágenes más icónicas de la historia del deporte, debemos hacer una puesta a punto sobre lo que estaba sucediendo en el mundo durante esos años.

En el capítulo anterior enumeramos algunos acontecimientos con la intención de entrar en contexto. En tal sentido, podemos referirnos al asesinato de Martin Luther King, perpetrado en la ciudad de Memphis el 4 de abril de 1968; también al Mayo Francés o a la Guerra de Vietnam, que generó manifestaciones antibelicistas a lo largo de todo Estados Unidos y que sistemáticamente eran reprimidas por las autoridades. A dos meses del inicio de los Juegos, las tropas de los países socialistas miembros del Pacto de Varsovia invadían Checoslovaquia. Ese mismo mes, en México, el movimiento estudiantil conformó en Consejo Nacional de Huelga y no tardó en ser sofocado con violencia por parte de la policía y el ejército, que silenció definitivamente las protestas diez días antes de la inauguración de los Juegos, en la Masacre de Tlatelolco.   

A la interna del movimiento olímpico las cosas no parecían gozar de una completa armonía. En el año 1963 Sudáfrica había sido suspendida como miembro del COI, por la institucionalización del apartheid, sistema de segregación racial formalizado después que el pastor protestante Daniel François Malan llegara al gobierno en 1948.

Los supremacistas blancos sudafricanos contaban con la simpatía del presidente del COI Avery Brundage -el mismo que 28 años antes le había dado el visto bueno a la organización de los Juegos Olímpicos de Berlín, afirmando que las denuncias a la política antisemita de los nazis se trataban de una conspiración judeo-comunista-. En setiembre de 1967 Brundage formó una comisión con el objetivo de constatar que la delegación sudafricana estaba desarrollando equipos "multirraciales".

La comisión integrada por Lord Killanin, Sir Adetokwdo Ademola, miembro de la Orden Británica y presidente de la Corte Suprema de Nigeria, y el keniano blanco Reggie Alexander; como era de esperar y en vistas de los antecedentes ocurridos tres décadas atrás, confeccionó un documento que volvía a abrirle las puertas del mundo olímpico a Sudáfrica.

El 16 de febrero de 1968, después que el COI se reuniera en la ciudad francesa de Grenoble, oficializó la readmisión de Sudáfrica al olimpismo. Las primeras reacciones se hicieron públicas al otro día. El presidente de Etiopía declaró que no asistiría a México en caso que Sudáfrica fuera invitado a participar de los juegos, dejando entrever en su declaración, que el resto de las jóvenes naciones africanas se adherirían al boicot. Para el día 22 en Adís Abeba, capital etíope, se reunieron los ministros de relaciones exteriores pertenecientes a la Organización de la Unidad Africana, confirmando de manera oficial lo que había dejado sugerido el presidente etíope, en caso que la resolución del COI continuara en pie. En los países árabes se comenzaba a cocinar una declaración similar a la de las naciones al sur del Sahara y, para principios de marzo, India, Jamaica, la Unión Soviética más todo el bloque del este, continuaban engrosando la lista de países que no viajarían a la capital mexicana.

Los anfitriones no tuvieron más remedio que tomar cartas en el asunto para no ver desmoronada la organización de los juegos. Ni bien se conoció la resolución del COI de readmitir a Sudáfrica en el seno olímpico, Pedro Ramírez Vázquez, presidente del Comité Organizador de los Juegos Olímpicos, por intermedio del embajador mexicano en Ghana, Eduardo Madero, comunicó que el país anfitrión nada tenía que ver con la medida tomada por el órgano rector del olimpismo y que las políticas segregacionistas no eran compartidas por el gobierno mexicano. Por otra parte, el propio Ramírez Vázquez más otros dos miembros del COI se reunieron con Brundage en Chicago para manifestar la inconveniencia que supondría invitar a Sudáfrica.

Finalmente acordaron realizar un nuevo cónclave en Lausana, Suiza. El 24 de abril sesionó una Comisión Ejecutiva del COI, en donde los delegados mexicanos tuvieron que ingeniárselas para contrarrestar el siempre efectivo comodín utilizado por Avery Brundage: el olimpismo no se mete en asuntos políticos; premisa por demás falsa a la vista de los antecedentes que ya referimos en capítulos anteriores de Historias Olímpicas. Fue Pedro Ramírez Vázquez quien tomó el viejo axioma de Brundage y lo utilizó a su favor, al argumentar que la insistencia sudafricana por ser reincorporados al COI y recibir una invitación para México 1968, dejaba de tratarse de un asunto deportivo y se convertía en un asunto netamente político; por tanto, concluyó, mantener a Sudáfrica al margen del olimpismo significaba mantener al olimpismo a resguardo de la política.

Los miembros pro apartheid de la comisión, al verse en desventaja, fueron instados por Avery Brundage a votar junto a los mexicanos. Sin embargo, una vez publicada la nueva resolución, el argumento por el cual se revertía la decisión nada tenía que ver con la política segregacionista de la minoría blanca que gobernaba Sudáfrica, ni las amenazas de boicot que eran cada vez más fuerte. Brundage declaró que esta nueva consideración se proponía salvaguardar la integridad de la delegación sudafricana, en vistas de la cantidad de manifestaciones violentas que estaban sucediéndose en muchos países del mundo.

Casi en simultaneo a que fuera conformada la comisión que viajaría a Sudáfrica para constatar la conformación de equipos multirraciales, en San José State College, el doctor en sociología Harry Edward fundó The Olympic Project for Human Right (OPHR). Edwards, quien destacaba en el lanzamiento de disco, había sido becado por la universidad de San José, lugar en donde padeció en carne propia la discriminación racial por parte de los deportistas blancos. En tal sentido, la creación de este proyecto tenía como finalidad denunciar y protestar por la segregación racial en los Estados Unidos y el racismo en el deporte a nivel general.

Dr. en Sociología Harry Edwards, fundador del OPHR, frente al monumento a Smith y Carlos - Fuente: Institute for the Study of sport

El OPHR, que pretendía mostrar que Estados Unidos utilizaba a los deportistas negros para proyectar una imagen de igualdad racial y social, estableció tres puntos principales en sus demandas. El primero, restaurar el título mundial a Muhammad Ali. Recordemos que en 1967 Ali se declaró objetor de consciencia, negándose a combatir en Vietnam (tema al que le dedicaremos un capítulo en la próxima entrega de Historias Olímpicas). Otro de los puntos era remover a Avery Brundage como presidente del COI, por ser conocido como supremacista blanco, y el tercero, impedir que Sudáfrica fuera invitados a los juegos de México.

El 16 de febrero de 1968, al tiempo que en Grenoble se votaba a favor de la readmisión de Sudáfrica en el COI, el OPRH ejecutaba un boicot contra el Athletic Club de New York, que había organizado un evento deportivo en el Madison Square Garden. El motivo era claro: los deportistas afroamericanos no iban a participar de un evento organizado por una institución que no admitía negros en su padrón social. El éxito de adhesión y la repercusión en la prensa que tuvo esta iniciativa, abonó el terreno para una posible réplica en Ciudad de México. Cabe recordar que la arena deportiva era uno de los tantos escenarios en donde se disputaba la Guerra Fría, y si la delegación estadounidense perdía a los atletas negros más destacados, podía sufrir una humillación en el medallero frente a la Unión Soviética.

La decisión no era sencilla. En el seno del OPRH la discusión tocó varios puntos. Por un lado, los atletas amateurs que eran becados por las universidades por tratarse de promesas olímpicas, tenían la posibilidad de saltar al profesionalismo después de una buena performance, y de ese modo, salir del gueto en donde habían crecido. Por otra parte, la mayor fiesta del deporte ofrecía la posibilidad de mostrarle al mundo que Estados Unidos no era esa fabulosa nación abierta a las minorías como pretendían demostrarlo con sus equipos olímpicos. En tal sentido, en el mes de julio el OPRH resolvió que los deportistas acudieran a los Juegos y se encargaran de manifestarse de la forma que entendieran conveniente.

Acá volvemos sobre el trío que mencionamos al comienzo de este capítulo: los atletas afroamericanos Tommie Smith y John Carlos, más el australiano Peter Norman que pasó, de lo que a priori parecía ser un simple testigo, a un actor de relevancia en la escena.

John Carlos ingresó en la recta final aventajando ligeramente a su compatriota. Smith, que pareció flotar sobre el tartán, remató de manera asombrosa antes de cruzar la meta con los brazos extendidos y romper la barrera de los 20 segundos por primera vez en la historia. La exhibición atlética había concluido, solo faltaba la demostración de valentía con la que Smith y Carlos enfrentaron a la discriminación, al miedo con el que siempre vivieron, a las injusticias y al poder.

El dúo cruzó la pista de camino al podio con los pies descalzos; solo tenían un par de medias negras con la que representaban la pobreza de los afroamericanos. Smith llevó un pañuelo rodeándole el cuello representando el orgullo negro, la campera deportiva abierta de Carlos permitía que se viera el collar de abalorios que portaba en homenaje a todas las personas linchadas y asesinadas. Arriba del podio, cuando empezó a sonar el himno de Estados Unidos, Smith y Carlos bajaron su cabeza y realizaron en saludo del Black Power, brazo en alto (Smith el derecho, Carlos el izquierdo), puño cerrado enfundado en un guante negro. El australiano Peter Norman, que no veía lo que ocurría a sus espaldas, pero era consciente de ello, se solidarizó con la protesta al pegarse una insignia del OPHR sobre el escudo del Comité Olímpico Australiano.

Las consecuencias eran predecibles. Avery Brundage, que se sintió avergonzado y violentado, se deshizo en disculpas con los anfitriones y una vez que los tres atletas fueran expulsados de la Villa Olímpica, declaro que habían violado uno de los principios básicos del olimpismo. El principio que Brundage repetía como si se tratase de mantra: el olimpismo no se entromete en asuntos políticos.

Pocos días después, el 25 de octubre, un artículo publicado por la revista Time abría diciendo: "Más rápido, más alto, más fuerte es el lema de los Juegos Olímpicos. Más enojado, más sucio, más feo, describe mejor la escena en la Ciudad de México". 

De regreso a Estados Unidos fueron esperados con otra serie de represalias. Smith y Carlos recibieron amenazas de muerte, se les prohibió integrar equipos oficiales e, incluso, no pudieron conseguir un empleo para ganarse la vida. Smith trabajó en un lavadero de autos durante un tiempo hasta que lo echaron porque su jefe no quería tener cerca a nadie que peleara por sus derechos.

Al conmemorarse el 40 aniversario de la mítica coronación, en una entrevista concedida a El País de Madrid, Tommie Smith declaró al ser consultado si alguien le había pedido perdón: "No, nunca. En privado me dicen: estuvo muy mal lo que te hicieron, fue una pena. Mientras tanto, destruyeron mi vida, la de John, la de Norman. La esposa de John se suicidó, yo me divorcié. Todo por pedir que las personas seamos iguales. Todo eso lo consintió el COI y el Comité Estadounidense no hizo nada por pararlo".

La suerte de Peter Norman no fue mejor que la de Smith y Carlos. Llegó a establecer marcas clasificatorias con las que hubiese ganado el oro en Múnich 1972, pero sin embargo no fue incluido en el equipo oficial. Tal fue la marginación que pesó sobre el australiano, que ni siquiera fue invitado a la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de Sídney 2000, como tradicionalmente suele hacerse con las viejas glorias deportivas.

Smith y Carlos en cargando el féretro de Peter Norman - Fuente: La Vanguardia

Los tres eran conscientes que sus carreras deportivas podían terminar esa misma noche, que al enfrentar al poder y manifestarse en contra de las injusticias estaban sacrificando su salto al profesionalismo. Asimismo, primó el interés colectivo por sobre las aspiraciones personales. Casi cuatro décadas después de aquella ceremonia en el Estadio Olímpico Universitario, Tommie Smith y John Carlos cargaron el féretro de ese hombre blanco que su propio país se encargó de sepultar en el olvido después que se solidarizara por la causa del Proyecto Olímpico por los Derechos Humanos.

MATÍAS MATEUS

Escritor

 

Imagen de portada: final de los 200 metros llanos (Fuente: Marca)



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2021-06-24T00:23:00