Historias olímpicas - Capítulo V: El hombre que flotaba como una mariposa y picaba como una abeja (parte I)

Matías Mateus

En los dos capítulos anteriores de Historias Olímpicas hicimos hincapié en el contexto histórico y político en el que se desarrollaron los Juegos de México 1968. Quedaríamos en falta si nos mudamos a otra sede sin dedicarle especial atención a Muhammad Ali, personaje relevante durante esos años tan convulsos. 

Contenido de la edición 22.07.2021

 

Nos despedimos en la anterior entrega de Historias Olímpicas haciendo referencia a la actitud adoptada por Tommie Smith, John Carlos y Peter Norman, que prefirieron hacer a un lado sus aspiraciones personales y decidieron ser valientes.

Recordemos que los atletas afroamericanos que obtuvieron el oro y bronce en la prueba final de los 200 metros llanos, subieron al podio descalzos, simbolizando la pobreza de las personas negras de Estados Unidos y, en el momento que empezó a sonar el himno de su país, inclinaron sus cabezas y realizaron el saludo del Black Power, con los puños enfundados en guantes negros. Peter Norman, que se había colgado la plata, se mantuvo erguido, con los brazos a los lados del cuerpo, sin menoscabar el protocolo ceremonial del olimpismo. Pero el australiano llevaba sobre el escudo del Comité Olímpico Australiano una insignia del OPHR (Proyecto Olímpico por los Derechos Humanos).

El doctor en Sociología Harry Edwards, fundador de este proyecto a finales de 1967, tenía como objetivo denunciar la segregación racial y demostrar que Estados Unidos utilizaba a los atletas negros para ofrecer al mundo una falsa imagen de igualdad racial. En tal sentido, el OPHR estableció entre sus demandas tres puntos fundamentales: impedir que Sudáfrica fuera invitada a los Juegos de México por la política del apartheid, que Avery Brundage fuese removido como presidente del COI. Este personaje era un reconocido supremacista blanco que en 1936 regresó de Berlín con la misión de sofocar los intentos de boicots que el ambiente deportivo pretendía llevar a cabo contra la organización de los juegos nazis, declarando que el boicot era una conspiración judeo-comunista. Brundage también interpretó un triste papel al promover la reincorporación de Sudáfrica al COI en 1968, decisión que finalmente fue revocada, y cuatro años más tarde, completó su infame trilogía al entender conveniente continuar con la celebración de los juegos a pesar del atentado padecido por la delegación israelí (hecho del que hablaremos en próximos capítulos de Historias Olímpicas). Para el final, dejamos el primer punto de las demandas del OPHR: la restitución del título de campeón mundial y de la licencia profesional de Muhammad Ali.        

En el capítulo anterior profundizamos en algunos aspectos de las demandas del OPHR y acciones llevadas adelante por el movimiento. Para que el cuadro terminase de cerrar, era imprescindible desviarnos de las historias en torno al olimpismo y remontarnos al año 1960. Cassius Marcellus Clay había obtenido la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Roma y de regreso a la ciudad de Louisville, Kentucky, firmó un contrato con un grupo de inversionistas locales, que pusieron al flamante medallista bajo el tutelaje de Ángelo Dundee.

Medallas olímpicas de Roma 1960. Fuente: Prensa Libre

Ali destacaba por su velocidad, juego de pies, por mantener una guardia baja y realizar movimientos poco ortodoxos en los que se arriesgaba a recibir un golpe que lo dejara de espalda sobre la lona. Su locuacidad y excentricismo, que rompía con los prototipos de los boxeadores afroamericanos de la época, era la pieza que completaba al portento boxístico. Era capaz de congregar a un grupo de periodistas y darles una enorme cantidad de material al declarar en voz en cuello que era el más grande de todos los tiempos, el más rápido, el más hermoso. Apelando a espantosos poemas, predecía en que asalto noquearía a sus oponentes. Con estas afirmaciones se ganó el apodo de "Bocazas del sur" y un tendal de enemigos que deseaban ver cómo le cerraban la bocaza con una paliza. 

Dos años y medio después de llegar al gimnasio de la calle 5 en Miami, contaba con un record de 19-0, de las cuales 15 fueron por la vía rápida. Entre ellas destacaba el nocaut al excampeón mundial Archie Moore en el cuarto asalto y la victoria que consiguió en Inglaterra frente a Henry Cooper. En esa ocasión, la irreverencia de Ali lo llevó a subir al ring con una corona en la cabeza y una bata que decía: Cassius Clay "The greatest". Al finalizar el combate declaró que Inglaterra tiene una reina, pero no un rey, puesto que el rey era Cassius Marcellus Clay.

Más allá de la anécdota de los que muchos creían como insolencias de un jovencito que estaba loco y que no tardaría en cruzarse con un rival de relevancia que lo hiciera callar; el upercut de izquierda con el que Cooper lo hizo caer por primera vez en su carrera le hizo saber que portaba una mandíbula resistente.

De regreso a Miami pactaron el combate por el título mundial contra Sonny Liston. El campeón reinante parecía ser la persona que finalmente cerraría su bocaza. Las apuestas a favor del Liston eran unánimes. El periodismo especializado, el ambiente boxístico y algunos de sus patrocinadores no creían que pudiese vencer a esa masa de músculos que podía aflojarle las rodillas a cualquiera apelando a su mirada; los únicos que tenían confianza en el muchacho que flotaba como una mariposa y picaba como una abeja eran el propio Ali, su círculo más cercano encabezado por Ángelo Dundee y una figura controversial con la que empezaba a verse en público: Malcolm X.

Los rumores del vínculo entre Ali y la Nación del Islam menguaron aún más la poca simpatía que existía por el aspirante, que al tiempo que se lo veía con uno de los ministros más populares del movimiento, continuaba convirtiendo en un escenario cada lugar que pisaba. Ali decía que un campeón mundial no podía ser un matón y oso feo como lo era Liston; a su entender el campeón debía de ser bonito como él. Ante cada micrófono que le acercaban auguraba que en el ringside alguien moriría por la sorpresa, que conmocionaría al mundo al hacerse con el cinturón y que todos los periodistas tendrían que tragarse las palabras despectivas que le dedicaron. El pico de su performance ocurrió una tarde en que llegó al campamento de entrenamiento de Liston con altos parlantes diciendo que traía una trampa para cazar a ese "oso feo".

La noche de la pelea el más sorprendido fue el propio Sonny Liston, que solía amedrentar a todos sus rivales con la mirada, pero al momento de pararse frente a frente en el ring, el metro noventa del aspirante lo obligó a alzar la cabeza para poder mirarlo a los ojos.

Los brazos larguísimos del jovencito mantuvieron lejos de su rostro los pistones musculosos de Liston, y la forma veloz que tenía de bailar en el ring terminó de cansar al campeón mundial, que en el tercer asalto recibió una combinación de golpes que abrieron sus pómulos.

En el round siguiente, Liston jugó sucio al apoyarle su rostro en el de Ali y así afectarle la visión con la solución que utilizaron para cauterizarle la herida. En el descanso Dundee procuró aliviarle el ardor en los ojos a su pupilo echándole agua y le obligó volver a la pelea. La orden era clara, que corriera por el ring y se mantuviese lejos de los guantes de su oponente. Ali, medio ciego, corrió durante casi todo el asalto, mientras Liston perdía la poca energía que le quedaba al fallar cada uno de los golpes que lanzaba. En el sexto asalto, el aspirante, con la vista recuperada, continuó machacando en busca del título. Para el séptimo asalto Liston no se levantó del banquillo y el joven de 22 años se coronó campeón mundial de los pesos pesados.

Ali había desafiado a Sonny Liston de manera desaforada en el campamento de entrenamiento, ante todos los medios de prensa y durante el pesaje, por lo tanto, el festejo no podía desentonar. Se trepó a las cuerdas y empezó a gritarles a todos en el ringside que ahora debían tragarse lo que habían dicho sobre él, que era el más grande del mundo, el más rápido, el más lindo.

Pocos días después de celebrado el combate, el 6 de marzo de 1964, ofreció una conferencia de prensa en la que anunció su conversión al islam y que abandonaría su "nombre de esclavo". Su anuncio no cayó nada simpático en la comunidad blanca estadounidense ni en muchos de los partidarios por la integración que comulgaban con las ideas de Martin Luther King. A la interna de la Nación del Islam las tensiones entre su líder, Elijah Muhammad y Malcolm X fueron creciendo por polémicas declaraciones de este último respecto al asesinato de Kennedy, y por denunciar que el líder del movimiento tenía ocho hijos con seis adolescentes.

Ali con Malcolm X (Fuente: Marca)

Elijah Muhammad, que en un principio no vio con buenos ojos la incorporación del boxeador a la Nación del Islam, puesto que un resultado adverso frente a Liston debilitaría al movimiento; realizó una jugada estratégica dándole al por entonces Cassius X el nombre de Muhammad Ali. De esta forma se las ingenió para alejarlo de Malcolm X, que poco tiempo después, el 21 de febrero de 1965, fue asesinado en Nueva York. 

La conmoción que supuso la conversión religiosa de Muhammad Ali, al que no le temblaba la voz cada vez que hacía referencia a algún asunto racial, social y político, no parecía afectar su vida deportiva.

El 25 de mayo de 1965 volvió a enfrentarse con Sonny Liston en la ciudad de Lewiston, Maine. Cuando el presentador anunció a Muhammad Ali una silbatina descendió desde la platea. Si el aspirante Cassius Clay era poco querido, el campeón Muhammad Ali, lo era aún menos. Todo el estadio deseaba ver como Liston recuperaba su cinturón, pero el combate apenas duró poco más de dos minutos: una derecha en la cabeza dejó al excampeón de espalda sobre la lona y con los brazos hacia atrás.

Después de la revancha con Liston, Ali defendió exitosamente su título en 8 ocasiones. A oponentes como Floyd Patterson o Ernie Terrell los machacó más de la cuenta porque ambos se empeñaban en llamarlo por su nombre cristiano. De hecho, en las imágenes del combate contra Terrell se puede ver como en reiteradas ocasiones le pregunta: What´s my name?

La última pelea previa a su suspensión fue el 22 de marzo de 1967 contra Zora Folley. Posteriormente, en el centro de reclutamiento de Houston, Texas, se declaró objetor de consciencia, negándose a combatir en la Guerra de Vietnam. La decisión le costó una condena en prisión, una multa de 10.000 dólares y el retiro de su licencia profesional. Ali argumentó que no tenía nada en contra del Vietcong, que no pretendía viajar miles de kilómetros para matar gente pobre, de color oscuro e inocente, que nunca lo habían llamado nigger; y aducía, además, que en su propio país debía librar la guerra en contra de la segregación y el racismo. 

Ali después de declararse objetor de consciencia en la oficina de reclutamiento de Houston (Fuente: abc)

Durante los tres años en los que no pudo boxear, Muhammad Ali ofreció conferencias en universidades, en las que nunca dejó de oponerse a la guerra y poner sobre la mesa que, mientras Estados Unidos intervenía militarmente en otras regiones del planeta, en el propio territorio había lugares en donde los negros tenían la entrada prohibida.

Como dijimos más arriba, la irrupción de Muhammad Ali en la escena deportiva rompió con los estereotipos de los boxeadores afroamericanos de su época. Lejos estaba de emparentarse con el modelo de matón con pasado de presidiario, como era el caso de Sonny Liston. Estas máquinas de noquear eran manipuladas por la mafia mientras fuesen rentables y no tardaban en ser descontinuadas cuando dejaban de servirle al negocio. En otra vereda se hallaban los deportistas que respetaban el establishment sin chistar, como pudo ser el caso de Joe Louis o Floyd Patterson, a quienes Ali provocaba llamándolos Tío Tom en referencia al personaje de la novela La cabaña del tío Tom de Harriet Beecher Stowe.

Al igual que Tommie Smith, John Carlos y Peter Norman, que decidieron ser valientes y desafiaron al poder, siendo irreverentes en el podio que los coronó como los tres velocistas más rápidos en la prueba de los 200 metros llanos en México 1968, Muhammad Ali sobrepuso sus principios e ideales al decirle que no al gobierno de los Estados Unidos, a sabiendas que el tiempo no le devolvería lo que posiblemente hubiesen sido los mejores años de su carrera deportiva. 

MATÍAS MATEUS

Escritor

 

Imagen de portada: segundo combate Ali - Liston (Fuente: Marca)

 


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2021-07-22T00:07:00