Matías Mateus, el dueño de las letras
Entrevista/Daniel Feldman
Matías Mateus tiene 35 años, y 2020 lo consagró como el dueño de las letras, ya que obtuvo los primeros premios de la categoría inéditos en el Concurso Literario "Juan Carlos Onetti", que convoca la Intendencia de Montevideo y en los Premios a las Letras del Ministerio de Educación y Cultura, los dos concursos más relevantes del país.
Contenido de la edición 14.01.2021
Estos se agregan a otros reconocimientos previos, pero 2020 será el año en que plante definitivamente a Matías en el panorama literario nacional, a veces muy amarrete a la hora de abrir el juego a nuevas voces.
Ya sobre el fin del año, cuando aún tenía 34 años, fuimos a su casa en el barrio Capurro y conversamos con Matías; recordamos su novela premiada La inmortal del siglo XX, cuya primera versión tuvimos la oportunidad de leer hace ya varios años, hablamos sobre sus planes de mudarse, en un futuro no muy lejano, a Playa Verde, en el departamento de Maldonado, para llevar una vida más tranquila y para que su hijo Felipe crezca en otro ambiente. Nos comentó sobre sus proyectos, cómo ve el ambiente literario, la posibilidad de que los jóvenes se abran camino y hasta dejó algunos planteos para la polémica... Va aquí la charla con este joven creador, que para ganarse la vida -al igual que su pareja- trabaja como cartero desde hace 13 años.
¿Cómo te tomó este fin de año, ganando el Onetti y el Premio Nacional de Letras, los dos concursos más prestigiosos del país? Los dos en el mismo año, en la misma categoría, con un par de meses de diferencia en el anuncio, con dos novelas diferentes.
Primero, muy contento por el reconocimiento al trabajo. Son dos novelas, completamente diferentes, aunque tienen algunos puntos en común por sus temáticas. Tienen sus guiños entre sí. Son trabajos que ya llevan sus años. De hecho, La inmortal del siglo XX, con la que gané el Onetti, la empecé a escribir allá por 2015. Hice un borrador, le fui agregando y quitando cosas. La danza del invicto, que es la que obtuvo el Premio Nacional de Letras, la empecé en 2018, y también tuvo reescrituras varias.
Este año 2020, con el tema de la pandemia y estar bastante tiempo en casa, además con una luxación que me tuvo dos meses sin poder salir, aproveché para darle la estocada final a cada una y mandarlas a concurso. Fue una alegría inmensa. Esas dos novelas implican muchísimas horas de trabajo y muchas veces -mientras estás en esa fricción con el texto- te preguntás ¿para qué te matás haciendo esto? ¿Para qué le saco tiempo a disfrutar con mi familia, a estar con mi pareja, mi hijo, con mis padres, mis amigos? Los premios no compensan eso, pero es algo. Una alegría inmensa y un reconocimiento al trabajo, que es lo que en realidad me gusta. Y una cosa muy importante, por lo menos desde mi punto de vista, que los concursos te dan esa posibilidad de editar tu trabajo, que de otra manera se hace bastante difícil. Por lo menos a mí, se me venía haciendo muy cuesta arriba. Es una oportunidad de publicar el trabajo. Si tuviese oportunidad de publicar, quizá ni concursaría. No es algo que me quite el sueño.
Hace ya unos años me diste para leer la versión inicial de La inmortal del siglo XX.
Sí; esta es como una novela nueva.
¿Cómo fue el proceso de esa novela? ¿La dejaste reposar un tiempo? ¿La reescribiste permanentemente?
Inicialmente me aboqué a establecer una estructura. Esa estructura está basada en una partida de ajedrez entre Bobby Fischer y Donald Byrne, denominada, justamente, "la inmortal del siglo XX". Esa partida se disputó en 1956. Fischer era un gurí, tenía 13 años, y Byrne era conocido mundialmente, campeón estadounidense, gran maestro internacional. Es un juego de 41 movimientos, y cada capítulo de la novela corresponde a uno. Se trata de una novela con varias historias que se entrecruzan, y a su vez hay una voz narrativa, ajena a los personajes que hacen a la ficción, que va contando y explicando la partida. Va relatando aspectos de la vida de Bobby Fischer, pero no como una mera información sino para ir cimentando algunas pistas que van quedando en el desarrollo de las diferentes historias. Cada capítulo está narrado por una voz diferente. Cada personaje va contando la historia que le toca en suerte. Esa fue la estructura inicial; con el tiempo fui cambiando cosas. Fui quitando historias y personajes, y le di más cuerpo a esa cuestión del ajedrez. El cambio sustancial fue esa voz narrativa que apareció a lo último.
¿Fue la primera vez que la presentante a concurso?
No, ya la había presentado, pero en versiones anteriores.
¿Y "La danza del invicto", que ganó el Premio Nacional de Literatura?
Es la historia de un boxeador, campeón mundial de peso pesado, que luego de padecer un accidente de tránsito y perder el habla debe apelar a una lapicera y una libreta para comunicarse con su familia. A partir de ahí empieza a reconstruir su pasado, a contar como escapa de la isla, un lugar ficticio asediado por movimientos armados paramilitares. Cómo llega a la gran ciudad después de un viaje bastante truculento, y cómo se va formando como boxeador. Eso es atravesado por su relato de la última pelea, en la que por enésima vez defiende el título, y la forma en que su vida se vio afectada su vida después del accidente.
También has incursionado en la poesía. ¿Seguís escribiendo, o estás volcado solo a la narrativa?
Escribo muy poca poesía. Hace un par de años escribí un poemario, que por el momento está encajonado. Estoy muy metido en la narrativa, y de hecho, al presente estoy desarrollando otro proyecto.
¿Te sentís parte de una nueva generación de escritores? Tenés 35 años, sos un gurí para lo que es nuestra sociedad y en gran medida para los que son nuestros referentes literarios.
Creo sí que hay una generación, en el entorno de los 30-35 años, de narradores y poetas que estamos apareciendo con fuerza. Muchos han sido premiados. Ya la cuestión de la pertenencia son dos pesos aparte. No estoy muy vinculado con el mundillo literario.
No se te ve en el ruido.
No me gusta hacer ruido. Prefiero atrincherarme en mi casa, con mis afectos y trabajar desde acá. No tengo nada contra el ambiente, pero son características de cada sujeto, que hacen que uno prefiera estrechar vínculos con otros escritores, en un vínculo más de cercanía, pero no tanto en el ambiente en general.
¿Cómo funciona tu proceso creativo? ¿Cómo surge una idea? ¿Planificás, desarrollás? Vos no sos un escritor full time, trabajás repartiendo cartas. ¿Cuándo escribís? ¿Tenés una disciplina, sos caótico?
Como bien decís, no soy un escritor full time. Lamentablemente tengo que hacer otros trabajos que no son de mi total agrado para poder vivir. Eso me consume mucho tiempo y mucha energía, porque es un trabajo bastante agotador en lo físico, y también tiene sus consecuencias en lo mental y emocional. También estudio y tengo una familia. Entonces, mis tiempos para escribir se han visto reducidos considerablemente. Ahora bien, yendo a la pregunta concreta, en general me planteo una idea macro de lo que puede ser el proyecto, diseño una estructura y marco los mojones por los que debe pasar la novela; compongo los personajes. Trato de armar una especie de plano lo más específico posible, a sabiendas que eso va a sufrir modificaciones, y a partir de eso me siento a escribir. No siempre es igual. Muchas veces compongo fragmentos de las historias que no tienen por qué seguir un hilo, o escribo bloques por separado y después los voy uniendo con las modificaciones pertinentes, como si fuera un trabajo de finalización de obra. En el medio hay miles de tropiezos, cambios de ruta.
Hay luxaciones.
Jaja, sí, metafóricas y literales. Trato de tener una disciplina, dentro de lo que mi estructura cotidiana me permite. Durante el año no escribo todo lo que quisiera ni puedo leer todo lo que quisiera.
¿Tenés algún tipo de lectura predilecta?
Leo de todo un poco. Clásicos, literatura contemporánea, poesía. No me ato a un estilo o autor. Aunque ni siquiera me guste el estilo narrativo de un autor, me gusta estar atento. Me gusta seguir lo que se está escribiendo acá.
Independientemente de tu no pertenencia a ese mundo, como decías.
Sí, aunque no me vincule estrechamente a los autores, trato de leerlos lo más posible.
Decís que por tus características no te vinculás mucho. El resto de los autores, ¿ha tratado de vincularse contigo?
Sí, sin duda que sí. Tengo excelente relación con muchos autores y autoras. Y grandes amigos. He participado de lecturas colectivas, encuentros, y me sentí muy a gusto en eso. Pero soy más de estar dentro de mi intimidad.
Manifestabas hace un rato que veías que gran parte de la validez de los concursos derivaba en la posibilidad de publicar, algo que se hace difícil. ¿Has intentado con las editoriales publicar estos u otros materiales?
Sí, sí. He intentado publicar. Entiendo que las editoriales cumplen un rol, y si quieren publicar a un autor nuevo o joven, se juegan una parada importante. No hay que olvidarse que siempre se necesita dinero. A veces invertir y no recuperar es complicado. Comprendo lo difícil que es. Tengo algunos contactos con editoriales, previo a esta cuestión de los premios, que han mostrado interés en publicarme pero no lo han podido hacer. No por falta de ganas, sino porque es difícil vender narrativa, y más de un desconocido. Esa tensión la comprendo perfectamente y no me genera ningún tipo de frustración. Lo que me la genera es que no se lea literatura y sí mucha porquería. Y puedo empezar a enumerar las porquerías, pero tal vez no sería bueno ingresar en ese terreno. Creo que en eso estamos todos de acuerdo, en que haya algún escritor serio, bueno, que no tenga posibilidades y quede sepultado por un montón de otras cosas que se venden en formato de libro pero nada tienen que ver con la literatura.
En la entrevista que tuvimos con Ida Vitale, que apareció en el número anterior de CONTRATAPA, conversábamos sobre lo paradójico de que haya una especie de boom editorial y sin embargo haya tan poca literatura.
Exactamente.
Vas a algunas librerías y la literatura parece estar escondida. Hay libros cuya temática perece a la semana de ser editados. Siempre comento-y no voy a dar nombres ni abrir juicios de valor sobre las personas, que no corresponden ni estoy en condiciones de hacerlos- que me impacta ver las pilas y pilas de libros y las vidrieras tapadas con la autobiografía de algún futbolista. Bárbaro en sus papeles de jugadores de fútbol, pero ¿qué valor literario puede tener esa autobiografía? A veces da pena que aparezca eso y no haya espacios, no para aquellos ya consagrados, sino para los nuevos.
Claro, la apertura a nuevas voces. Yendo a eso que comentabas, sobre las autobiografías de futbolistas, lo que me sorprende ver ahora en forma masiva en varias librerías es la cantidad de libros de youtubers, influencers. ¡Y se venden! Libros basados en series, por ejemplo de Netflix. Ni que hablar de la autoayuda. Y acá sí, dejame abrir un juicio de valor. De hecho, un amigo me pasó una captura de pantalla de un libro de autoayuda que se está por presentar, y en la invitación el título tenía una falta de ortografía. Con mayúsculas y en negrita. Parece que lo hubiesen puesto a propósito, para sobresalir respecto al resto de la frase. Y vuelvo a lo que hablábamos de los concursos. Entiendo que las editoriales a veces tengan un deseo y no lo puedan llevar a cabo, porque se juegan mucho al apostar por una voz nueva. Por eso mi vínculo con los concursos. O la edición viene con el premio, o el premio te da un empujoncito para poder editar. Y no significa que porque hayas sido premiado vayas a ser un bestseller ni mucho menos. Quizás agotás una edición, y con suerte.
Es una forma de que tu voz se conozca.
Es cierto; eso es importante.
Has tenido otros premios.
Sí, gané en la Casa de los Escritores del Uruguay; tuve una mención en el Gutenberg, premio para narradores jóvenes, de la Unión Europea y gané el Pablo Neruda en poesía, y me dieron el Morosoli de Letras en 2017.
Algo vas acumulando.
Jaja, sí. Y estos dos que tienen otro relieve.
Me decías que estabas estudiando.
Sí, en 2019 comencé a hacer Filosofía en el IPA. La vengo llevando light, curso las materias que puedo. Estoy contento, más allá de que me va a llevar más tiempo de lo establecido por los calendarios. Es también una forma de alimentar el trabajo creativo. De hecho, uno de los objetivos de comenzar Filosofía fue ese, cómo el estudio del pensamiento puede alimentar a la creación artística.
¿Qué papel tiene el ajedrez en tu vida? ¿O fue solo una excusa para la novela?
Me gusta mucho; no soy ajedrecista ni mucho menos, y de hecho me puede vapulear cualquiera. No me desafíen porque no pienso aceptar los retos, no quiero pasar vergüenza. Tanto del ajedrez como del boxeo (el tema de la otra novela) me interesaron muchísimo las figuras de Bobby Fischer y Muhammad Ali. Si bien en La danza del invicto el personaje no tiene nada que ver con Ali, investigué mucho sobre su vida, tanto arriba como abajo del ring. Me apasionaron las historias de los dos. Además, fueron contemporáneos. Ali fue campeón en 1964, y después le quitan la licencia y le prohíben boxear por declararse objetor de conciencia y no ir a pelear a Vietnam. Vuelve en 1970, y en 1971 pelea con Joe Frazier, un encuentro que detuvo el mundo, y que ganó este último. Ali reconquista el título mundial en 1974 en Zaire, contra George Foreman. Y Bobby Fischer se consagró campeón del mundo en 1972. Coincidieron en el apogeo.
Fischer después desapareció del mapa.
Sí, con sus grandes problemas mentales que fueron agravándose. Creo que en Estados Unidos han sido injustos con él. Se apropiaron de sus logros. Él era un anticomunista, aunque su madre era comunista. También, a pesar de ser judío, era un antisemita. Pero si bien se apropiaron de sus logros, él fue un rebelde contra todo tipo de poder. Fue perseguido primero por la KGB, y luego por la CIA, cuando en 1992 en Belgrado disputó con Boris Spassky (a quien arrebató el título) una exhibición de ajedrez. Belgrado estaba siendo bombardeada en ese momento. Y después terminó exiliado en Islandia, donde murió.
Fue triste. Se lo usó en el contexto de la Guerra Fría; el tipo quebró el monopolio soviético en el ajedrez.
Sí; fijate que el primer torneo mundial después de la Segunda Guerra fue en 1948, y desde entonces hasta 1972 siempre la final era entre dos soviéticos. Hasta que llegó Fischer. Después no repitió, porque no aceptó jugar con Karpov, y este reinó por una década, hasta que lo desbancó Kasparov, que siguió hasta el dos mil y pico. El match Fischer - Spassky trasladó durante un mes y medio el escenario de la Guerra Fría a un tablero de ajedrez.
¿Cómo ves el mundo de la creación literaria para las nuevas generaciones?
No veo muy clara la respuesta. No me voy a referir a incentivos a nivel de Estado ni nada de eso.
La pregunta apunta más a si la sociedad, el mundo actual, actúa como incentivo para esas nuevas generaciones.
Existen movimientos, y de hecho, acá en Uruguay podemos comprobarlo. Hay un montón de gente escribiendo, y gente muy joven. Uno de los libros que sacó mención en categoría éditos es un ensayo sobre poetas "ultrajóvenes". También hay cuestiones alternativas a la hora de editar, como ser editoriales chiquitas que hacen un trabajo artesanal, con un esfuerzo enorme. El año pasado edité Otro retorno al vacío con Ediciones del Demiurgo, una editorial artesanal que lleva adelante Rodrigo Clavijo, que hace todo el trabajo en su casa, él solito. Diseño, impresión, encuadernación, todo lo hace él, con herramientas elementales. Existen cosas alternativas que hacen al incentivo para la creación, pero no sé cómo decir esto sin contradecirme: hay lugares, colectivos, movidas en donde se apuesta a la creación artística, y no solo a la literatura. Hay espacios a donde recurrir si alguien quiere hacer algo. A eso me refiero.
¿Hay que publicar solo en papel?
No tengo prejuicios. He publicado en revistas digitales. Incluso Una hora de eternidad, que fue la novela con la que gané el concurso de la Casa de los Escritores en 2014 se editó en papel al año siguiente, y por 2017 se hizo una edición completa en un sitio web de México, La piraña. Es un lugar común lo que voy a decir, pero el papel, el libro objeto, como una cosa palpable, es insustituible.
Me decías que estabas trabajando en un proyecto de narrativa. ¿Se puede adelantar algo?
Sí, claro. Está muy en pañales. Es una novela ambientada en los años de la crisis, entre 2000 y 2004. El personaje es un adolescente, que vive todos los conflictos de su edad. Es arrasado por la crisis, como su familia, sus vínculos, sus amigos cercanos. Incursiona en el carnaval, entonces a su vez está metido en esa maroma de crisis, duelos, sufrimientos y lo cuenta desde arriba del escenario. Cómo ese lugar se convierte en un refugio y una trinchera para decir algo, y también inventarse un mundo diferente al que está viviendo. Se termina no sabiendo cuál de las dos es la vida real.
¿Qué expectativas tenés con esa novela?
Primero terminarla. Todavía no sé en qué porcentaje voy. Retomando lo que me preguntabas más temprano sobre los procesos creativos: yo acá sabía cuál era el personaje, desde dónde a dónde iba a transcurrir la historia, las cosas que iban a pasar, y la empecé a escribir desde el principio. Muchas veces escribo fragmentos que van en diferentes partes de la novela. También me está llevando a un proceso de investigación de esos años. Cuestiones políticas, sociales, que todos los que estábamos acá vivimos. Con distintas perspectivas, por supuesto. Yo era un adolescente. Hubo un episodio que me marcó mucho, en el año 2002, después de la crisis bancaria. Estaba ocupado el liceo 11 y la policía entró a desalojar en la madrugada, en forma violenta, ante la pasividad de la directora, que estaba en la vereda de enfrente mirando todo. Eso me marcó, y me sigue doliendo hasta el día de hoy. Yo no estaba adentro del liceo, a mí no me pegaron, pero a muchos compañeros sí. Hablando con amigos con los que compartí escenario cuando salí en carnaval, se me dio por preguntarles, más en onda de entrevista, ahora que tenemos más de 30 años y muchos somos padres, ¿cómo nos vemos en retrospectiva quince años atrás? Parecíamos felices, pero a veces pensás y te decís "era horrible aquello". Nosotros la luchábamos de una manera, así como otra generación luchó contra la dictadura de otra forma y trató de sacar la cabeza a flote. Ojo, que quede claro que el sufrimiento no fue el mismo.
Decías que tu expectativa, en este caso, era terminar la novela. ¿Hay proyectos que quedan por el camino?
Sí, sí, tengo unos cuantos. Al menos dos novelas que las tuve ahí.
¿Sentís que quedaron definitivamente por el camino, o pueden ser retomadas?
Pueden ser retomadas. De hecho, hay dos novelas que escribí, mandé a concursos y pasaron desapercibidas -siempre con esa idea de mandarla a concurso para ver si se puede editar-. Pero uno también tiene que saber plantarle cara a su propio ego. ¿Por qué te digo esto? A veces pasa que una novela no es premiada, y cuando leés lo que fue premiado decís "pah, mi novela es mejor". Son cosas que sin duda pasan. Me ha pasado. Capaz que es no tener la capacidad de autocrítica de decir "no, esto que mandé está mal, esto que escribí no calzaba los puntos". Hay que aprender a ser crítico con uno mismo y a ser trabajador con la propia obra. Me ha sucedido de leer novelas publicadas y pensar "esto está escrito así nomás". Quizás no estoy entendiendo algo, pero yo soy híper riguroso con lo que hago. Puede que venga un lector y me diga "Matías, esto es un desastre", y tendrá sus argumentos para hacerlo. Pero por lo menos intento, y me siento y escribo y reescribo. Esas dos novelas que te refería, que por ahora están encajonadas, puede que sobrevivan, y puede que no. Puede pasar que sobreviva alguna parte de ellas y salga algo nuevo. Algo como estas dos novelas premiadas; parecía que iban a quedar en la sombra y bueno, resucitaron. Ahí está el trabajo que uno debe hacer, no conformarse con ese resultado y darles vida.
Ya que mencionaste el tema, ¿cómo manejás el ego? ¿Te regodeás con los triunfos? ¿Te la creés?
Jajaja. No, creo que, hoy, me considero un buen escritor. No significa nada. Soy muy disciplinado y riguroso con mi trabajo. Capaz que más que un escritor, soy un trabajador del texto. ¿Qué quiero decir? Meto mucha cabeza, muchas horas. No soy el único que hace eso, todos deben hacerlo. Pero me considero un trabajador, como un obrero que va a tratar de pulir y perfeccionar al máximo la pieza que va a hacer. No recuerdo quién decía que hasta que no se publica no se acaba de corregir...
Y después de publicar, mejor no leer...
No, no. me he querido sacar los ojos alguna vez. Pero yendo a lo del ego, lo tengo, como todo el mundo. Trato de domesticarlo... aunque no siempre puedo. Más que egocéntrico soy muy orgulloso. No permito que se me juzgue a la ligera. No permito que se hagan los chistosos o sean suspicaces. Para simplificar, no dejo que me tiren verdes para recoger maduras. Eso no lo tolero.
¿Te ha pasado eso?
Sí, en estos días me ha sucedido. Algunas pavaditas, que por suerte se aclararon, pero me tuve que poner firme.
¿Pavadas de qué tipo?
Chistecitos, como diciendo "ganaste dos premios con la misma novela". Parece que te lo dicen en broma, pero si rascás un poquito te das cuenta que no lo es. Son cosas que me molestan mucho, porque es una subestimación del trabajo realizado y una falta de respeto a la persona.
Y no son ciertas, además.
Además. Son dos cosas que, desde mi punto de vista, no pueden quedar impunes. Tampoco soy rencoroso; se habla, se arregla y punto final. Pero sé que hay muchos pillos que lo hacen, que mandan la misma obra con títulos distintos a diferentes concursos. Y han sido premiadas simultáneamente. Eso me parece de una bajeza terrible. Una falta de ética total. Entonces me molesta que se me haga un "chistecito" de ese tipo. Para hacerlo, tenés que ser muy amigo. Además, acordate que escribí una novela sobre boxeo, jajajajaja.
Ya despidiéndonos, nos dice que considera que cuando se ha ganado un concurso, no debería volver a presentarse.
El mundo no se termina en los 177.000 quilómetros cuadrados de Uruguay. Capaz que es más difícil, sí, pero si no, es como los cuadros de fútbol uruguayo. Se pelean para ver cuál gana el torneo local y afuera no pasa nada. Ya está, alcanzaste un cierto nivel, un cierto estatus, si te gusta la palabra. Aspiremos a más. Si no, un año ganás, al año siguiente sos jurado, al otro ganás... yo que sé... hoy tengo 35 años; si llego a hacer eso a los 60, algún amigo tendría que venir y decirme "por favor, no hagas esto". Pero, cada cual hace lo suyo, y es respetable.
DANIEL FELDMAN
Director de CONTRATAPA