Salman Rushdie: vivir para contarla

Alejandro Carreño T.

Contenido de la edición 20.04.2023

 

La realidad suele tejer relatos mejor que la ficción. Su carácter lúdico puede tener, como en la ficción, un desenlace de exacerbado realismo, cercano al naturalismo desgarrador de las novelas de Émile Zola o los cuentos de Guy de Maupassant, o del realismo mágico latinoamericano que propaló la su literatura por el mundo.

La vida de Ahmed Salman Rushdie, el escritor nacido en Bombay, India, el 19 de junio de 1947, dos meses antes de que India se independizase de Gran Bretaña, pero hoy reconocido como británico-estadounidense, es una secuencia de episodios donde todo ha sucedido y todo puede suceder. La vida de Salman Rushdie parece una ficción que ha vivido para contarla. Como su literatura.

De niño sintió los rigores del racismo en el Rugby School, uno de los internados más prestigiosos de Gran Bretaña. Y su propio apellido "Rushdie" es una invención de su padre Anis Kwaja Muhammad Din Khaliqi Delhav, hombre de negocios que había estudiado en Cambridge: Anis sentía especial admiración por el médico y filósofo andalusí-musulmán, Ibn Rušd, al que consideraba un vanguardista del pensamiento racionalista contra el literalismo musulmán. A Ibn Rušd lo conocemos en Occidente por el nombre latinizado de Averroes. De la realidad a la ficción hubo un solo paso, el mismo paso de esta a la realidad: de "Rušd" a "Rushdie".

La vida de Salman Rushdie ha sido una constante conversación dialéctica entre ficción y realidad. Como sus libros: "Las casas devotas en India a menudo contenían, y aún contienen, a personas con el hábito de besar libros sagrados. Pero nosotros besábamos todo. Besábamos diccionarios y atlas. Besábamos las novelas de Edith Blyton y los cómics de Superman. Si hubiese dejado caer el directorio telefónico, probablemente lo hubiese besado también", escribe Salman en su ensayo "¿Nada es sagrado?", de 1990. (Citamos por Soma, arte-cultura, setiembre de 2022). La realidad de Salman Rushdie se diluye en su literatura, y sus libros son construcciones lúdicas de episodios vividos, que suelen ser el punto de partida de su ficción literaria, o que en algún momento se cruzan con ella. Tal vez por lo mismo sus libros son tan polémicos, porque su propia vida ha sido una permanente lucha de principios que polemizan con el espíritu reinante, por decirlo de alguna manera, pero que rechaza la sola idea de callarlos, de esconder su pensamiento, aunque ello le signifique el desprecio, la ofensa, la amenaza de muerte. 

Para Rushdie, la libertad de expresión es sagrada y ningún escritor, ni nadie, debe jamás, por la razón que sea, privarse de ella: "Mis detractores decían que mis escritos eran tan horriblemente condenables que no merecían ser protegidos por la libertad de expresión", nos dice el escritor en una entrevista dada al periodista francés Philippe Coste en Nueva York, y publicada en L'express, París, el 15 de julio de 2015 (nosotros lo tomamos de la Pontificia Universidad Católica de Perú, PUCP, bajo el título "Combatir el extremismo no es combatir el Islam").

No es posible separar la vida de Salman Rushdie, novelesca por definición, de su acendrado espíritu libertario. En otra entrevista dada a Daniel Gascón y publicada en Letras Libres ("Salman Rushdie", 9 de febrero de 2023), define su naturaleza libre pensante: "En toda sociedad abierta tiene que ser aceptable criticar las ideas de otras personas, incluyendo las creencias. No se puede decir que un tema es una zona vedada". Y entrega su visión del rol del escritor frente a su creación: "El argumento que dice que no debes atacar a la gente si sabes que es violenta o radical es un insulto a la historia de la literatura, porque uno de los aspectos más majestuosos de la literatura es que siempre ha hecho eso. Por eso los tiranos temen a los escritores. Porque los escritores dicen la verdad, sin temer las consecuencias". Y cita el ejemplo de Federico García Lorca: "Lorca sabía cómo era Franco. Pero eso no le impidió oponerse públicamente. Y perdió la vida". Por eso es que sus libros exudan libertad. "La literatura es el único lugar en cualquier sociedad donde, dentro de lo secreto de nuestras mentes, podemos escuchar hablar acerca de todo de todas las maneras posibles", nos dice en su citado ensayo "¿Nada es sagrado?".  Sus personajes son, por lo mismo, portadores del sentido de la libertad que viven en su realidad ficticia y en sus sueños también ficticios. Realidad y sueños que no distan de los del propio autor.

Rushdie es un novelista que vuelve permanentemente a su tierra natal, India. El vivir desde los trece años en Gran Bretaña, educarse, primero por imposición paterna y luego por propia voluntad, le abrió las puertas al mundo occidental que lo inundaría con su cultura clásica y su literatura desbordante.

Su vida está marcada por su formación inglesa-americana. De hecho, tiene también la nacionalidad estadounidense, país donde vive desde hace años, pero permanentemente vuelve a sus orígenes, y la India y su cultura se toman las páginas de sus libros y sus recuerdos, como en su última novela, Ciudad Victoria, cuyos antecedentes hay que buscarlos en la India del siglo XIV, en el Imperio Vijayanagara, que nace en la meseta del Decán, centro del país, y se prolonga desde 1336 hasta 1646, aunque su decadencia se inicia en 1565 luego de la derrota militar contra los sulfanatos del Decán.

Vijayanagara era la capital del imperio y significa en español La ciudad de la Victoria. Sus ruinas hoy, declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, rodean la localidad llamada Hampi en el estado de Karnatakamágica.  Ciudad Victoria es una novela mágica, hecha de mitos y leyendas sobre los cuales se construye todo el relato. Su propio nacimiento es un acto poético, sobrenatural. Un acto de fe, como diría Coleridge: Pampa Kampana, la niña de nueve años bendecida por una diosa que le ha entregado un poder divino, y una misión: "De la sangre y el fuego nacerá vida y nacerá el poder. En este punto exacto crecerá una gran ciudad, maravilla del mundo, y su imperio durará más de dos centurias. Y tú lucharás para asegurarte de que ninguna otra mujer muera de esta forma y que los hombres empiecen a ver a la mujer con otros ojos, y vivirás lo suficiente como para ser testigo de tu éxito".

Salman Rushdie recrea la realidad del propio nacimiento de la ciudad.  Vijayanagara la fundan los hermanos Harihara I y Bukka Raya I. En la novela, Pampa Kampana bendice unas semillas y se las da a los pastores Hukka y Bukka para que funden una ciudad. "Si las plantan en un lugar determinado, de la tierra surgirá al instante una ciudad". De este acto poético nace Bisnaga. Del mismo modo que Macondo nace de otro acto poético como lo es el sueño: "José Arcadio Buendía soñó esa noche que en aquel lugar se levantaba una ciudad ruidosa con casas de paredes de espejo.  Preguntó qué ciudad era aquella, y le contestaron con un nombre que nunca había oído, que no tenía significado alguno, pero que tuvo en el sueño una resonancia sobrenatural: Macondo" (Cien años de soledad). La conexión de Ciudad Victoria con la novela de Gabriel García Márquez trasciende el nacimiento de un acto poético que funda Bisnaga y Macondo. La ciudad literaria de Rushdie es una narración que se desmadeja en sus mitos y su historia, desde un extenso poema de 24.000 versos que la maga, y ciega poeta, Pampa Kampana, oculta en una vasija de barro sellada con cera como mensaje para el futuro, y que será leído 450 años después. El manuscrito, Victoria y Derrota, es la propia novela que el lector tiene hoy en sus manos, y cuyo comienzo es el último día de vida de su autora, a sus 247 años, cuando termina su legendario poema y lo esconde para la posteridad.

Ciudad Victoria y Cien años de soledad son novelas que ya fueron escritas en un tiempo que diluye las categorías temporales pasado, presente y futuro, y las confunde en un tiempo discontinuo en donde los personajes históricos y de ficción conviven y desaparecen para volver a aparecer.

Ambos manuscritos, el de Pampa Kampana como el de Melquiades, revelan el génesis y el apocalipsis de Victoria y Derrota / Bisnaga, el manuscrito poético hecho de sueños, semillas y murmullos que es Ciudad Victoria, y de Macondo y sus Cien años de soledad. En ambos relatos el procedimiento narrativo responde a la intervención de lo sobrenatural, de lo real maravilloso, para recoger la expresión de Alejo Carpentier en el prólogo a su novela El reino de este mundo: "La sensación de lo maravilloso presupone una fe".

Una fe que debe ser compartida por el lector. En el citado texto "¿Nada es sagrado?", Rushdie nos dice: "Lo que se forja en el acto secreto de la lectura es una clase diferente de identidad, en la medida en que lector y escritor se fusionan, a través del medio del texto, para convertirse en un ser colectivo que escribe como lee y que lee como escribe; creando en conjunto un trabajo único: "su" novela. Esta "identidad secreta" del escritor y del lector es el más grande y subversivo don de la forma novelesca". La presencia del joven Jorge Luis Borges respira en las palabras del autor de Joseph Anton: "A QUIEN LEYERE: Si las páginas de este libro, consienten algún verso feliz, perdóneme el lector la descortesía de haberlo usurpado yo, previamente. Nuestras nadas poco difieren; es trivial y fortuita la circunstancia de que seas tú el lector de estos ejercicios, y yo su redactor" (Fervor de Buenos Aires en Obras Completas, Tomo I, 1996).

"Nuestras nadas poco difieren", dice Borges y Rushdie, como todo novelista que ha hecho de la imaginación su razón de ser en la construcción de su obra, se ve enfrentado a esta relación insoslayable con el lector. Ciudad Victoria no es una novela contada linealmente, ni tampoco responde a las experiencias cotidianas del lector que debe asumir el relato como siendo, por lo menos, posible. Un relato que comienza in extrema res, el último día de vida de Pampa Kampana, la niña bendecida por la diosa Parvati, (hija del monte Parvata, que significa "montaña" o "arroyo de la montaña"), con el don de la longevidad, y cuya historia es el nacimiento, exilio, apogeo y caída de un imperio de mujeres a manos de la ignorancia y la crueldad:  "Vivirás lo suficiente como para ser testigo de tu éxito y también de tu fracaso, para verlo todo y contar los hechos, aun cuando una vez que hayas terminado tu relato morirás al instante y nadie te recordará hasta 450 años después". Pampa Kampana conoce su destino longevo y trágico desde el génesis de su propio relato contado por un narrador anónimo. Como dice Carlos Rubio Roselli en su ensayo "Salman Rushdie: volver a la era mítica de la creación" (Milenio, Cultura, Ciudad de México, 10 de marzo de 2023): "Así, jugando a la mitología, Rushdie narra la creación de la ciudad mítica que centrará el relato de su epopeya. Recurriendo a la ficción inventa la vida, y dándole vida le da una historia. Pero con la memoria no basta, de modo que la imaginación toma las riendas en el punto en que la memoria no da más de sí. Y el arte de la novela se yergue como motor".

Ciudad Victoria es la novela de la imaginación que permite construir mundos sin fronteras realistas o románticas que coarten su infinita capacidad expresión. En algún lugar Rushdie dijo que la literatura es la más libre de las artes, porque bastan el escritor y su conciencia novelística para transformar la realidad. "Lo fantástico no tiene interés sino porque surge de la realidad y la enlaza", nos dice en la citada entrevista a Philippe Coste. Y en la misma entrevista: "El rol de la ficción es crear mundos imaginados que los lectores aman habitar y que los empujan a pensar sobre sus propias vidas". Es que la sustancia de la literatura es el lenguaje, y cuando nada queda, más que la destrucción y la muerte, como en Ciudad Victoria o Cien años de soledad, solo subsiste el lenguaje, las palabras. Las mismas palabras con que cuenta Rushdie al diario El País, recogidas por Diego Álvarez en su artículo "El retorno desafiante de Salman Rushdie", La Tercera, sábado 18 de febrero de 2023, cómo se le apareció la protagonista de su historia en una visión: "No tenía ni la menor idea de que iba a estar en el libro, y un buen día estaba ahí, delante de mí. Me levanté y miré la misma pantalla que estoy mirando mientras hablo con usted. Entonces le pregunté: ¿Quién eres? Y me lo dijo. Esencialmente me vino a decir: 'Presta atención y te contaré la historia'. Y presté atención". ¿Son verosímiles las apariciones?

"La palabra es mi dominio sobre el mundo", escribió Clarice Lispector. Un mundo hecho de palabras que debe convencer al lector, sobre todo en esta época de sospechas en que nada parece ser lo que es y lo que nada es, parece ser: el problema de la verosimilitud con que se enfrenta todo escritor de imaginación desbordante como Salman Rushdie. "O bien es verdad todo, o todo es falso", nos dice comentando su propia novela: "¿Podemos creer que la diosa que le había concedido el don de la longevidad, y la facultad de dar a unas semillas el poder de crear una ciudad, y el poder que le permitía susurrar a otros la biografía de cada cual, la dotó también de la capacidad de encantar al bosque encantado? ¿O acaso toda esta poesía, como tantas otras, era una fábula? La respuesta es: o bien es verdad todo, o todo es falso, y nosotros preferimos creer en la verdad del cuento bien contado" (recogemos la cita del citado texto "Salman Rushdie: volver a la era mítica de la creación"). La palabra "verosimilitud" significa "cualidad de verosímil", nos dice la RAE y por "verosímil" entiende "que tiene apariencia de verdadero". Cervantes lo supo hace siglos: "el poeta puede contar o cantar las cosas, no como fueron, sino como debían ser; y el historiador las ha de escribir no como debían ser, sino como fueron, sin añadir ni quitar a la verdad cosa alguna" (Quijote, Segunda Parte, capítulo III). Es lo que hace Rushdie en Ciudad Victoria. La palabra es "su dominio sobre el mundo" y como Carlos Fuentes, a quien cita en "¿Nada es sagrado?", entiende que la novela "nace a partir del hecho de que no nos entendemos mutuamente, porque el lenguaje ortodoxo y unitario se ha roto [...]. Imponiendo un lenguaje unitario se le da muerte a la novela, pero también a la sociedad". Y Ciudad Victoria es la puesta en escena de un poema de 24.000 versos hechos novela, mediante un lenguaje que transfigura la memoria histórica de Vijayanagara en un texto poético cuyo nombre son muchos nombres para ser, finalmente el libro que tal vez usted tiene en sus manos.

La novela, afirma Rushdie, "nos dice que no hay reglas; no entrega ningún mandamiento. Tenemos que crear nuestras propias reglas de la mejor manera posible y a lo largo de la marcha. Nos dice que no hay respuestas; o más bien, que las respuestas son menos confiables que las preguntas" ("¿Nada es sagrado?"). No, nada es sagrado, porque lo sagrado y lo profano son categorías mutables como lo es el propio lenguaje que los construye y deconstruye. Y Salvador Garmendia, comentando el procedimiento narrativo de su novela Memorias de Altagracia, que presentamos en nuestro artículo para CONTRATAPA, "Memorias de Altagracia: la responsabilidad del falsario", enfrentaba así el proceso de la escritura: "Quizás, lo que he pretendido siempre al escribir, es alterar la constitución de la materia y hacerla que parezca moldeable entre mis manos y sometida a mis caprichos. Se trata de un juego que se reanuda cada vez, aun sabiendo que la vida real (o esto que habitualmente tomamos por tal cosa), una vez más, no se dejará sorprender del todo". En este juego dialéctico entre realidad y ficción, en que es necesario "crear nuestras propias reglas de la mejor manera posible", en el que la niña poeta, dotada de un poder sobrenatural, se aparece en una visión sorprendente para luego ser protagonista de una historia en la que lo real maravilloso condiciona todo el relato, las palabras perviven más allá del imperio indio medieval, más allá del manuscrito Victoria y Derrota y del génesis y apocalipsis de la propia Ciudad Victoria, acto poético transfigurado de otro acto poético escrito por una poeta ciega y maga.

Como dijo Salman Rushdie al diario El País de Madrid: "La novela es una ciudad de palabras y quienes salen victorias son las palabras, lo cual es una manera de decir que es el lenguaje quien crea el mundo. El lenguaje recrea la ciudad a través de las palabras de la protagonista. Lo que yo quería dar a entender es que el arte del lenguaje puede crear el mundo literalmente" (citamos por El Mercurio del domingo 5 de marzo de 2023).

Ciudad Victoria, la historia de Pampa Kampana y su poético manuscrito que Salman Rushdie vivió para contarla.

 

ALEJANDRO CARREÑO T.

Profesor de Castellano, magíster en Comunicación y Semiótica,

doctor en Comunicación. Columnista y ensayista (Chile) 

 

Imagen de portada: Twitter/@SalmanRushdie


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2023-04-20T22:50:00