Sandra Massera: “Necesitamos vernos; hay artes que no pueden funcionar solamente a distancia”

Entrevista Daniel Feldman

Sandra Massera es egresada de la Escuela Multidisciplinaria de Arte Dramático (EMAD), dramaturga, directora teatral, actriz y docente de arte escénico.  

 

Contenido de la edición 24.06.2021

 

Especializado en Historia del Arte y Percepción visual y en la realización de puestas en escena en espacios no convencionales, en 1998 ?fundó Teatro del Umbral, un grupo independiente desde el que ha producido y representado sus obras tanto a nivel local como internacional.

Pero además de lo anterior, es alguien que tiene mucho para decir.

 

Siempre está la parte creativa que no cesa, pero independientemente de eso, ¿en qué proyectos andás, y cómo los amoldás a esta época de pandemia?

Venía con un ritmo bastante acelerado antes de la pandemia; tenía proyectos en Sao Paulo, había estado en diciembre de 2019 para el estreno de 1975, esa obra que escribí y que trata el tema de los desaparecidos. Es una historia ficcionada de una mujer cuyo hermano desaparece en dictadura, intentando llegar a Buenos Aires. Esa obra se concibió en base a testimonios de gente conocida que fui recogiendo. La estrenó una actriz brasilera, Ángela Figueredo, que hizo un trabajo interesantísimo, muy sensible. Estuvimos dando charlas y el público brasilero quedó muy impresionado sobre todo lo que teníamos en común los dos países con este tema, a pesar que la realidad política de ellos fue un poco diferente y no coincidente en fechas. El plan que teníamos para 2020 era que Ángela, la actriz, viniera a Montevideo, para hacer otro ciclo de la obra. Se cortó todo.

Pero siguen con la idea de hacerlo.

Sí, estamos pensando en el año que viene. En ese ínterin, en 2020 se repuso otra obra de mi autoría, que tiene que ver no con las dictaduras pero sí con la opresión hacia las mujeres.

Locas.

Sí, que había sido estrenado en 2010. Cuando se declaró la pandemia estaba ensayando una obra que íbamos a estrenar en marzo. Ya teníamos fecha en el Solís. Nos volvieron a dar fecha para agosto y se volvió a suspender. Ahora tenemos fecha para octubre, y la gran incógnita es qué va a pasar. Había escrito también algunas obras, y una de ellas se iba a estrenar en el MAPI (Museo de Arte Precolombino e Indígena). Son varias las cosas que quedaron en suspenso. El desafío que se nos planteó fue cómo volver a ensayar por Zoom. Habíamos empezado a hacerlo, pero por julio del año pasado, cuando se produjo una especie de retorno a una seminormalidad, empezamos a hacerlo de forma presencial. Eso ahora se cortó nuevamente. Desde marzo estamos ensayando por Zoom. Pensé que nunca se me iba a ocurrir algo interesante, más que hacer lecturas de la obra. Pero en la desesperación, estrujándome la mente, encontré la realización de algunos ejercicios que están resultando muy bien. Son dos actrices y un actor, y están muy motivados con el trabajo. Son ejercicios respecto al texto, y también ellos hacen videos. Se graban, trabajando a partir de algunas pautas, y es increíble. Hemos tenido alguna reunión con la coreógrafa, Norma Berriolo...

¿Cómo se llama la obra?

Danza con personaje. También nos hemos reunido -siempre a través de Zoom- con el vestuarista y el diseñador de escenografía y el de luces. Es algo que, de pronto, era más complicado presencialmente. Siempre trato de ver lo positivo de las cosas. Más allá de la desazón o la ansiedad por volver a vernos, estos últimos meses fueron interesantísimos para el proceso de trabajo. Es también un período muy interesante para los que escribimos, los que necesitamos investigar con tranquilidad acerca de distintos aspectos de lo que vamos planteando para hacer en escena. Ahora estoy pesquisando para un personaje de un unipersonal, para una actriz, y voy encontrando gran cantidad de material. Estoy trabajando con una tranquilidad asombrosa. Eso es bueno, pero simultáneamente deseo volver, o, en este caso, empezar a trabajar con la actriz.

Los tiempos son distintos.

Sí, definitivamente. No digo que tenga más tiempo, sino que está administrado de otra manera.

Recordarás que hace unos años realizamos un ciclo en el Solís, denominado BACKSTAGE/CONVERSACIONES DE TEATRO, del que participaste como invitada. Una pregunta que realizaba a menudo era, a partir de la experiencia de ver -por ejemplo, en museos o en los propios teatros-, a la gente fotografiando o filmando las obras, si no estábamos asistiendo a nuevas formas de percepción del arte, mediada por elementos tecnológicos. ¿Qué influencia podía tener eso en el teatro? En general me respondían que el teatro sin el público presente en sala era imposible de pensar. No había pandemia. En este último año hemos asistido a nuevas experiencias. Llevamos bastante tiempo sin actividad presencial, pero el teatro no ha desaparecido. No sabemos cómo será el futuro. En febrero de 2020 nadie imaginaba esto. ¿Qué escenarios ves? Todo lo que se experimentó durante este período, ¿queda para atrás, se olvida o pasa a integrar la manera de hacer teatro?

Creo que no se olvida. Por un tema de humanidad, de experiencia, de tecnología. Ya se venía utilizando bastante el video, la proyección, la transmisión por streaming. Esto enriquece mucho toda esa experiencia tecnológica que se viene incorporando al teatro. Si nos hubieran dicho que iba a pasar esto, nos habría parecido imposible. No hubiéramos pensado que se estrenara tal cantidad de obras por streaming. Sin embargo, ocurrió, y con obras que, además, tuvieron como tema medular la situación generada por la pandemia. No se puede negar la tecnología, y tampoco que el teatro es un fenómeno en vivo. Ninguna tecnología va a poder suplantar la presencialidad de los actores y actrices en escena, estar en convivencia con el público. Eso hace a la esencia básica del teatro. Si desapareciera totalmente el arte en vivo, lo estaríamos desvirtuando. No se puede sustituir con la tecnología y con la obra a distancia.

Sin embargo, creo que se pueden hacer cosas muy interesantes, y esta experiencia va a perdurar. Esto nos marca y nos va a marcar por mucho tiempo. Como te comentaba, mi obra Locas, se estrenó por streaming en Sao Paulo. Por ejemplo, el teatro filmado, que toda la vida se pudo ver. Me pareció muy interesante la experiencia, y no solo con mi obra. El hecho de que la cámara pueda dar vueltas, hacer un semicírculo, o 360°; las diferentes angulaciones, mirar de arriba, de abajo; hacer evidente dónde están los focos... me pareció algo súper interesante. De pronto era algo más cinematográfico que otra cosa. Tal vez nunca hubiera tenido ese punto de vista de no ser por estas filmaciones.

Me parece que el streaming también ha producido un acercamiento de público, de muchos que por diferentes motivos no iban al teatro. O gente de otros países que puede estar asistiendo a una obra.

Es cierto. Creo que eso va a quedar; la gente va a poder elegir entre presencialidad o virtualidad. Eso que decías de gente de otros países. ¿Te acordás el año pasado, que desde el teatro de Epidauro, gratuitamente transmitieron Los Persas? ¿Cuándo ibas a poder tener esa experiencia sin ir a Grecia? Fue algo fabuloso poder asistir, poder verlo en mi computadora; algo que soñé toda la vida. Una obra hablada en griego, con esa concepción de la escena sobria, a la manera antigua, a la vez que moderna por el vestuario... hice un análisis con mis alumnos y fue algo riquísimo. Hay otra cosa que me hiciste acordar, además del streaming: la filmación casera. Me da la impresión de que el hecho de filmarte en tu casa, actuando, puede ser fascinante. Claro, depende de los lugares que tengas. Volviendo a la obra 1975, que la estrenamos en el teatro Telón Rojo, en 2015, ¿podés creer que la actriz de Sao Paulo la siguió interpretando e hizo un video en la casa? La obra tiene un momento en que la protagonista es interrogada por los militares. Ella hizo grabaciones de voces, y la filmó en el sótano de su casa, en un corredor angosto, con una iluminación especial... me estremeció; daba la impresión que estaba en un calabozo. Eso no lo lográs en un teatro.

Me pasó también que unos estudiantes de Costa Rica la tomaron como prueba de egreso de su Escuela de Teatro, y la filmaron en la casa de la actriz, que tiene una escalera, parecida a la de Telón Rojo. Después vi una versión mexicana parecida. Y pude yo, la autora, ver desde Uruguay lo que estaban haciendo en México. Esto me parece que nos ha traído unas posibilidades que ya existían, pero en la desesperación que nos vino -el ser humano necesita reunirse- nos trajo una nueva conciencia de la importancia de la comunicación y las redes. Tenemos que aprender a usarlas cada vez mejor. Sin desvirtuar la presencialidad, que creo no se va a perder nunca, porque necesitamos vernos. Hay artes que no pueden funcionar solamente a distancia. La presencialidad va a volver, pero no va a faltar la pantalla.

Hay cosas que tiempo atrás nos parecían de ciencia ficción, y ya están acá.

Jaja, sí. Aparte, esto nos ha traído un nuevo respeto por el tiempo; el nuestro y el de los demás. Yo me pasaba una hora para ir y otra para volver de la Casa de la Cultura del Prado, para dar las clases. Ojo, nunca quise pedir traslado porque me encanta el lugar, pero era media vida en los ómnibus. En ese sentido, nos va a costar volver.

También está el tema de la puntualidad. Antes decías a las 10 para empezar 10.30. Ahora las 10 es a las 10.

Claro; no tenés manera de llegar tarde; estás a un clic de millones de cosas.

Te escuchaba y recordaba la época de la dictadura, donde hubo que apelar a otras formas de creatividad, a escribir de otra manera, a usar el doble sentido, etc. Haciendo un paralelismo, la pandemia nos ha impulsado también a buscar la creatividad por otros caminos. También, hay una sensación de que la cultura ha quedado relegada; no parece haber habido apoyo. Este no es solo darle $7.000 para subsistir a alguien que no tiene ningún otro ingreso. Tengo la sensación de que no ha habido un apoyo más decidido hacia la cultura en general.

No hubo apoyo decidido ni organizado. Da la impresión que a la cultura se la relega siempre al papel de hermana menor, la prima pobre de todas las actividades. Eso es muy preocupante. Ahora han salido unos cuantos llamados del INAE, Fondos Concursables... hay que ver qué pasa en los próximos meses, pero siempre es todo muy acotado. Además, muy acotado a los que tienen la posibilidad de tener una computadora y se las arreglan con la tecnología. Me sucedió el año pasado, con un grupo de músicos jóvenes, amigos de mi hija, que vinieron a casa a pedir consejo, porque estaban anonadados con el tema de qué tenían que hacer para presentarse a los Fondos. A uno le puede parecer muy natural. Creo que tendría que haber un plan mucho más riguroso y profundo de acercar a la gente a las convocatorias. Además, hacer distintas formas de convocatorias. Estos muchachos que te comentaba, al final desistieron. Es un ejemplo que me tocó vivir a mí.

Sí, y eso lleva a que a veces haya gente que se convierte en profesional de las convocatorias.

Pasa también que a veces es pura presentación, pero sin contenido. Hay que democratizar mucho, y pulsar qué está pasando con un montón de gente que no tiene otros recursos más que su labor cultural, y tampoco tiene buen acceso a las convocatorias.

El problema no es que no haya gente creando. Hay mucha; hay cantidad de jóvenes produciendo.

Fíjate que ahora hay un llamado a un festival de dramaturgia nacional, para octubre. Va a haber solo diez lugares. Para todo el país. ¿Cómo cubrís todo el país con eso? Tiene que haber otro tipo de movimiento. Ver qué está pasando en algunos departamentos alejados de Montevideo. El INAE hizo un relevamiento de todos los grupos de teatro del Interior. Eso es importante, se tiene que saber. No es lo mismo saber que tenés 10 grupos a que tenés 50; hay que cubrir todo eso.

Tú, con Carlos Rehermann, llevan adelante el grupo Teatro del Umbral. ¿Se puede vivir del teatro?

Depende. Si tenés una sala propia, que tú administrás, de pronto sí. Para nosotros, que nunca tuvimos ni tenemos sede propia, se nos hace imposible. Apenas alcanza para cubrir los gastos de producción y pagar al equipo. COFONTE, que casi siempre nos salva, se reparte entre tanta gente y está bárbaro; si no existiera no sé qué haríamos, pero te da $ 30.000 y se te va en el vestuario. Si tenés una obra con diez actores, no te da ni para los zapatos. Le tocan 1.000 pesos o menos a cada uno. Es imposible vivir de eso. Tendrías que estar estrenando como lo que contaba Louis Jouvet de la Francia de primera mitad del siglo XX. Tener un teatro propio, estrenar una obra cada dos semanas, rotar los elencos. O el Broadway de los años 60. En Uruguay, es complicado. Bah, creo que todo el mundo está complicado.

Uno hace esas cosas con placer, les mete alma, pero esa situación genera que a veces, mirado desde afuera, parezca un divertimento, cuando en realidad no lo es; hay trabajo profesional atrás, horas y cabeza puesta.

Claro. Dos o tres meses antes de un estreno, en todos los momentos libres estás pensando en la puesta en escena. Es un trabajo infinito; no hay dinero que pague el trabajo de los actores que van a ensayar todos los días después de salir de sus trabajos habituales. ¿Quién paga todo eso? Es imposible. No hay plata que pague ese esfuerzo. Uno lo hace porque le gusta, porque siente que es una vocación profunda. Pero es muy complicado. No es un problema de Uruguay, es un asunto mundial. El teatro es muy complicado de subvencionar y que se pueda pagar todas las horas que se invierten en una producción. Lo que se consigue, con suerte, es una cierta ayuda económica para poder comprar escenografía, vestuario y pagar un mínimo viático. Nada más. A menos, como te decía, que tengas tu sala y toda la maquinaria montada. Pero acá son contados con los dedos de una mano los que tienen eso. O que seas actor de la Comedia Nacional. Es tu trabajo principal; no tenés que estar seis u ocho horas en otro. Pero si tenés que trabajar todo el día, y a las ocho de la noche arrancar a ensayar, terminar a las once de la noche, esperar el ómnibus en invierno, llegar a medianoche a tu casa... no se paga eso.

Justamente en la edición de mayo nuestra colaboradora Lilián Hirigoyen reflexionaba sobre ese tema desde el punto de vista de los escritores, con el título "Escribir: ¿trabajo o pasatiempo?"

Es complicado; tal vez lo único que recompensa es el amor por el arte, por hacer lo que te gusta. Son pocos los "elegidos". Y eso, a veces, depende de tantas cosas...

Exactamente. Uno a veces puede pensar que la calidad condiciona; pero eso es una parte. A veces depende de estar en el lugar justo en el momento justo.

Claro. Yo siempre digo: decir lo que hay que decir, saber a quién decírselo, cómo decírselo, cuándo y dónde. Tienen que juntarse todas esas variables, y de pronto embocás algo. Es muy ingrato, y hay que aprender a vivir con esa sensación, de lo contrario vivís amargada. A veces no te da la vida para llegar a esa masa crítica necesaria. Tengo un escritor amigo que dice que a veces no te da la biografía. Poné lado a lado a Picasso y Modigliani. Eran contemporáneos, pero Modigliani se murió a los 36 años y Picasso a los 92... ¿qué hubiera pasado con la fama de Modigliani si hubiera vivido 60 años más? A veces pienso que empecé a dirigir a los 40 años. ¿Qué hubiera pasado si me moría a los 45? Hubiera dirigido tres obras. También está la suerte del cuerpo. O no. Es un imponderable, también.

 

DANIEL FELDMAN

Director de CONTRATAPA

 

Archivo
2021-06-24T00:23:00